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¿Me acompañaría con una copa? Me encantaría. ¿Quieres un poco? Lo tomaré como un “no”. Aquí tiene, Sr. Dubois. Buen provecho. Es un italiano añejo. Prefiero el Bordeaux. Me lo regalaron. No soy conocedor. ¿Puedes detener esto, corazón? No es como en tus videojuegos. Voltéate. Me preguntaba cuándo conoció al Sr. Hersch. ¿Por qué pregunta? Es costumbre. Mucho tiempo en bibliotecas. Mi esposa decía que yo hacía muchas preguntas. Más de años. Interesante. Un francés y un alemán. ¿El agua está fluyendo? ¿Tú qué crees? La historia dice que no siempre se llevaron bien. Tenemos negocios en común. ¿Y a Borz? ¿Dónde lo conoció? No me parece muy inteligente como para moverse en sus círs. Déjeme adivinar. ¿En prisión? Muy buena deducción, Sr. Stanton. Nos conocimos en prisión. No creo que deba darle esa información. Cálmate, Borz. No hay problema. Borz, dame una mano. Ya voy. Caray. Nos encerraron. Las líneas no sirven. ¿Sabes dónde está el panel principal? Sí, en la sala de control. Olvídate de reparar las líneas telefónicas. ¿La alarma de incendios? Es buena idea. Bueno. Muy bien. ¡Abrí la primera! ¿Puedo preguntar qué buscan? Quizá pueda ayudar. ¿Cuál cree que sea mi pasión? Pues adora el arte. ¿Y cuánto hace que conozco al Sr. Hersch? Más de años. En Alemania Oriental, para ser preciso. Y usted, el erudito, ¿puede decirme los eventos relevantes de ese entonces? Los últimos días de la República Democrática Alemana, la caída del Muro de Berlín. Bravo. HOMBRE MALOS ENTRARON A Dreischler, digo, su Sr. Hersch estaba a cargo del programa KoKo, requisando los activos más valiosos de los ciudadanos de Alemania Oriental. Ya veo. A usted lo trajeron para venderlos y financiar a un Gobierno en bancarrota. Trataba de salvar esas obras de arte, para que las disfrutara todo el mundo. Si no fuera por mis esfuerzos, se habrían perdido para siempre tras La Cortina de Hierro. Cielos, se engaña a sí mismo. Vine por lo que es mío, Profesor. Pagué por ello con los mejores años de mi vida. ¡Oye! ¿Qué haces? Dame eso. ¿Qué? ¿Qué hacemos ahora? Bórralo. Ven acá. ¡No, no toques a mi hija!

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